Nacemos rodeadas de estereotipos, con medidas que debemos alcanzar y ojos que debemos satisfacer. Vivimos en una vitrina durante gran parte de nuestras vidas, y cuando creíamos que las redes sociales serían un escape, descubrimos que, sin importar cuánto nos alejemos de los pensamientos que nos coaccionan o cuánto nos esforcemos en «construir» un algoritmo, de una u otra forma terminamos atrapadas en el consumismo patriarcal.
Desde hace unos meses he visto contenido de mujeres que piden ayuda para “reorganizar” su algoritmo porque han terminado en el lado oscuro de cualquier red social, es decir, han subido contenido (muchas veces educativo) bien sea sobre recetas, ciencia o economía, pero el algoritmo ha mostrado su contenido a hombres morbosos, que solo se fijan en cuánta piel muestran y por ende, su verdadero mensaje queda en el cajón del olvido y se cosifica una vez más nuestro cuerpo. Y sí, de una u otra manera, las redes sociales son espacios vivos donde las normas de comportamiento son prácticamente inexistentes, especialmente si eres hombre.
¿Por qué es molesto y preocupante? Porque hay mujeres que desean ser vistas y escuchadas en campos que históricamente han sido dominados por hombres, pero al crear contenido deben ajustarse a ciertos “parámetros” para no ser objetificadas. Por ejemplo, mujeres que hablan de ciencia, política o economía pueden terminar «en ese lado oscuro de las redes sociales» si muchos hombres comienzan a interactuar con su contenido desde el morbo y la degradación sexual. Y, al final, deben recurrir a las mismas plataformas para buscar a otras mujeres que las apoyen y así lograr que el algoritmo «entienda» que debe mostrar su contenido a otros usuarios.
Esto sucede porque estos espacios digitales permiten libremente al hombre seguir cosificándonos y, al no existir acciones punitivas reales, se les da vía libre para comentar, acosar y hostigar.
Es importante considerar los planteamientos de Catharine MacKinnon, quien en su libro Sexualidad expone que, con frecuencia, las mujeres encuentran maneras de resistir la supremacía masculina y expandir sus esferas de acción, pero nunca se liberan totalmente de ella. Las redes sociales encajan perfectamente en esta descripción: a pesar de los esfuerzos continuos y de la creación de nuevas narrativas, el patriarcado logra filtrarse y vuelve su mirada hacia lo único que le interesa: el cuerpo de la mujer como un espacio de conquista. Al patriarcado no le interesa escuchar ni aprender; le interesa dominar.
Por eso, aunque parezca insignificante compartir el trabajo de otras mujeres o amplificar denuncias en redes sociales, ayuda a construir un algoritmo que nos aleje del patriarcado. «Funar» a quienes te hostigan o te envían imágenes indeseadas también es una forma de resistencia. Pero lo más importante es interactuar con el contenido de otras mujeres.
He trabajado en redes sociales alrededor de cuatro años y sé lo doloroso y angustioso que puede ser este mundo. Pero también he visto la resistencia, las ganas de luchar y lo anticapitalista que puede ser este espacio cuando lo tomamos en nuestras manos. Sé que es difícil, por eso es necesario hacer detox de redes, eliminar de tus seguidores a ese machito que solo le da «me gusta» a tus fotos si se te ve la piel, pero no cuando hablas. De a poco, construyamos un espacio más ameno, porque la era digital y las comunidades digitales apenas están comenzando.
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Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com / Foto: Valentina G.