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    La poeta y el patriarca

    PorJenny Bernal

    Jul 1, 2022 Mujeres que escriben, Potenta

    En 1986 Eduardo Carranza publicó un ensayo titulado Visión Estelar de la Poesía Colombiana, éste llama la atención por la ausencia de referencias a poetas mujeres salvo por un llamativo capítulo que se titula: “la dama empieza a cantar”. Para nadie es un secreto el lugar que han tenido las mujeres en la historia de la poesía, lugar que se reivindica con los años y cuestiona un canon anacrónico. Eduardo Carranza sentaba algunas bases para la crítica poética que retomaría algunos años después David Jiménez publicando en el 2005 una interesante antología de poesía colombiana, a partir de un dedicado trabajo investigativo que compila cerca de un siglo de poesía colombiana. El libro inicia con el poeta José Eusebio Caro (1817 – 1853) y cierra con José Manuel Arango (1937 – 2002). El trabajo de Jiménez siguiendo la “tradición crítica” no rescata una sola voz poética femenina, ignorando poetas de gran trabajo literario como Matilde Espinosa o Emilia Ayarza, entre otras.

    No se puede entender el presente sin revisar el pasado. Razón por la cual quisiera citar algunos apartes de la nota de Eduardo Carranza en relación a la poesía que escriben las mujeres. Para empezar, vale la pena destacar que gran parte de la introducción y desarrollo de la nota crítica cita referentes masculinos como Dante, Francisco de Asís, Enzra Pound, entre otros. La única mujer que se cita en esta primera parte de contexto y de referentes en su mayoría europeos es Safo, de quien dice tiene un “florido” y “legendario” erotismo “empapado de sustancia grecolatina y perfumado y arábigo jazmín”. Pareciera que el interés radicara más en la pretensión intelectual de Carranza que en hablar del tema que se menciona: la poesía escrita por mujeres.

    Después de que Carranza muestra su sentida admiración por los referentes europeos comenta cómo los trovadores de Provenza habrían logrado lo que para él es algo extraordinario “habían inventado el culto a la mujer”, “la mujer pasaba a ser una religión”. Carranza se refiere a esa cualidad de objetivizar la figura de la mujer desde la poesía y reducirla a un objeto de “ideal” sin voz ni voto, muy al estilo de Pablo Neruda “me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Algunos párrafos después Carranza parafrasea a Louis Gillbert, y agrega en relación a la representación de la mujer, que los poetas que se referencian en su texto: “hacían de ella en vez de una debilidad la fuente del honor del valor del mérito y de toda nobleza ¡cosa curiosa! La mujer, esa criatura secundaria, esa inteligencia imperfecta, formada de una costilla de Adán, esa luna del varón, peor todavía, la causa del pecado y nuestra perdición. ¡Ahora estaba siendo divinizada!”.

    Este último apartado citado por Carranza, con el que encuentra total afinidad, habla por sí mismo. Como si no fuera suficiente, la manera de reducir a la mujer, más adelante señala cómo hay épocas en las que predominan los valores masculinos y en otras los valores femeninos, reconociendo en los hombres la fuerza guerrera y en las mujeres su cualidad de “astro”. Después de dejar clara su mirada sobre las mujeres, que no es solo la de Carranza sino con seguridad la de muchas personas de su época, ya casi al final habla de la poesía de las mujeres propiamente.

    Esta vez no como objetos de inspiración sino como autoras: “y ahora la poesía ya no sólo se escribe para mujeres sino también, muy a menudo, se escribe por estas féminas estilizadas y refinadas de las cortes del Amor. La fémina con su balcón en el puño ha echado, también, a cantar”. La alusión de Carranza hasta el final de la nota es pobre en relación al oficio creador de las mujeres poetas y no las detalla con el mismo asombro y minucia de sus referentes masculinos. Hacía el final de la nota Carranza cita de manera muy general a: Santa Teresa de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz, Rosalía de Castro, Delmira Agustini, entre otras. De Colombia solo alude a una: “la madre del Castillo” de quien ni siquiera menciona su nombre completo: Sor Josefa del Castillo.

    Como existe no solo una justicia divina sino una justicia poética Eduardo Carranza tendría una hija poeta: María Mercedes Carranza, que se caracteriza por una poesía conversacional, de un tono confesional que libra a la palabra poética del artificio y el tono rimbombante de poetas como Carranza padre. En el libro María Mercedes Carranza 7 ensayos sobre su obra Fernando Garavito señala que la escritura de María Mercedes Carranza “fue un persistente ejercicio contra el poder”, por otra parte, Sofía Kearns enfatiza en la cita de Garavito, y señala en María Mercedes Carranza la búsqueda de un lenguaje “esencialmente honesto, es decir, verdaderamente representativo de su subjetividad femenina (…) despojado de los clichés románticos y modernistas masculinos”.

    María Mercedes Carranza no solo es una de las poetas más importantes en la historia de la poesía colombiana, en vida fundó y dirigió la Casa de Poesía Silva, fue una notable gestora cultural. Y como si fuera poco también participó como constituyente en la Constitución Política de 1991, llevando al lugar del hacer político su visión poética. Hoy en día la poesía de Carranza hija es con seguridad mucho más leída que la de su padre. Las y los poetas contemporáneos, así como los lectores actuales reconocen en la tradición poética colombiana libros y poemas de las poetas, no como cuotas o parte de listados eternos que intentan ser inclusivos, sino como mujeres que tienen un trabajo de calidad y un oficio valioso con la escritura. La poesía actualmente es menos eurocéntrica y masculina, es latinoamericana, femenina, afro, indígena y múltiple. El canon siempre nos hablará desde un lugar inclinado hacia el poder, pero la poesía en su esencia más íntima es anarquista, no precisa de formas exactas, no se amolda tan fácil a los ejercicios del establecimiento patriarcal.

    Pareciera una anotación obvia pero aún hoy en el siglo XXI algunas academias siguen su inclinación intelectual eurocéntrica que muchas veces ignora los referentes latinoamericanos o nacionales, referencian muy pocas mujeres dentro de la tradición poética colombiana y algunos colegios recomiendan a sus estudiantes la antología de Jiménez para aprender sobre poesía colombiana. Incluso unos pocos poetas continúan reduciendo a la mujer a un objeto estéril de inspiración. Los tiempos se movilizan y con ellos la poesía en Colombia en la que tergiversando el conocido verso de Carranza padre “salvo el patriarcado, todo está bien”.

    _______________

    Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com / Fotografía de la obra Hotel Room de Edward Hopper, 1931, tomada por Graeme Churchard

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    Un comentario en «La poeta y el patriarca»
    1. Yolanda Gutiérrez Rozo dice:
      agosto 7, 2024 a las 7:03 pm

      Hola Jenny. oportuno y acertado artículo para el hoy ,que aún se sufre la discriminación femenina en todos los campos, aunque es mucho el camino recorrido para alcanzar conquistas, pero aún mucho el que nos falta por recorrer. Y así como nosotras las que nos damos esa tarea la heredamos de guerreras mujeres que nos la enseñaron , ahora la nuestra es deber sentar bases para sembrar este legado a generaciones venidera

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