El miedo
Era el miedo a dar el salto en su propia vida lo que la tenía esclava en las vidas de los que le sembraban miedos que no le pertenecían.
Eran esos miedos los que se fueron adueñando de su valentía y las ganas locas de seguir siendo ella con sus alas de libertad; hasta que descubrió que dentro de sí había un corazón capaz de vencer sus miedos y romper las cadenas con que otros intentaban amarrar su libertad.
Dio el salto y descubrió que sus alas se abrieron y pudo volar, pudo volar y descubrir las posibilidades a las que había renunciado por tener la mirada baja, por no haber levantado antes su frente y mirar lo grande y maravilloso que era el horizonte.
Descubrió que su fuerza era fuerza para otras, y su valentía sería el arma con que otras mujeres se animarían a pelear sus propias batallas y emprender un nuevo vuelo.
Casi no te saco
El día que decidí sacarte de mi vida, sentí que te arrancaba desde mis entrañas; es que no es fácil, uno no sabe si tanta psicología que echan a diario cobre vida y se vuelva en contra de uno.
El caso es que cada día quería que aparecieras por la puerta, aunque sea para decirme que mi obligación era darte de comer, o que me dijeras que te organizara tus cosas, o cualquiera de esos mil pretextos que traías con tu discurso de macho.
Aun así pasaron los días y ni una noticia tuya, y yo queriéndome hacer la fuerte. Hasta que un mal día decidí organizar mi galería y qué me encuentro con unos escritos maravillosos que tenia de mí para ti.
Y sin pensar en nada, cuando me di cuenta, ya te los había enviado, junto con una foto tuya que guardaba y como posdata una nota de cuando decías que me querías.
Por fortuna dejaste sin revisar el mensaje y gracias a la vida que existe la opción eliminar y justo al borralo entendí lo mal que estaba actuando al dejar ese mensaje en tu Whatsaap.
Ahí curé mis males y entendí que, aunque duela, de que te saco, te saco; y de que te arranco, te arranco.
Difícil pero mejor sin ti.
Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com / Fotografía por Isabel Córdoba