Pero le encontré más sentido a decir cuáles pensamientos y acciones me impulsaron a seguir luchando…
En mi niñez cada día me levantaba con un propósito, desayunar ir a la escuela y jugar con los niños. Aunque de lo que recuerdo solo había un amigo, un primo que tenía la risa más contagiosa y escandalosa que hasta ahora he encontrado. Puedo decir que después de su fallecimiento decidí adoptar su risa y brindársela a los que me rodean y contagiarlos aunque sea un instante de su alegría.
Al pasar el tiempo mi padre me obligaba a participar con fonomímica, disfraz de payaso o cualquier cosa para realizar frente al público, hasta que le agarre cariño y la verdad no había ningún acto protocolario de mi escuela y colegio en el que no participara. Prácticamente no me obligo, si no que me ayudó a perder el miedo al público; aunque ese miedo así sea en mínima cantidad siempre permanece en cada ocasión. Como resultado gané cuatro reinados: uno de la simpatía en mi colegio, dos ecológicos inter-colegiados, uno de la chicha municipal. Aparte de eso, perder el miedo me ha ayudado diariamente en el campo laboral, en el trabajo con la BRI que tanto amo y con el trabajo que realizo en la Junta de acción comunal.
Mi madre, a ella le debo la fortaleza, el empeño en cada trabajo, la dedicación en cada labor y el amor que me brindó y ahora les doy a mis hijos. Son pocos los recuerdos que tengo de ella ya que la perdí a los 11 años, pero su tenacidad y persistencia nunca las voy a olvidar. Trabajaba como madre comunitaria, nos cuidaba, educaba, pero al mismo tiempo se empeñó en estudiar sastrería. Ya de adulta decidió aprender a manejar bicicleta para poder ir a sus clases; de eso aprendí a estrellarme y a volverme a levantar para aprender a manejar bicicleta, como para manejar moto y en si para los duros golpes que da la vida. También como ella no me rindo y quiero terminar de estudiar zootecnia.
Al vivir sola y estudiar en el SENA un tecnólogo Pecuario, al mismo tiempo que trabajaba y ayudaba en lo poco que podía a mi hermana para que terminara su bachillerato, aprendí que la vida es dura y al mismo tiempo se puede jugar varios roles, y detrás de cada dificultad hay una oportunidad. Aprendí a no juzgar a absolutamente a nadie sin saber su historia primero, tanto así que un día escuché la historia de una trabajadora sexual y comprendí que no somos quién para juzgar o saber a qué limites se puede llegar por el bienestar de la familia.
Al conocer qué era el noviazgo y trascurrido el tiempo, después de una decisión drástica de no abortar a mi hija tal como me lo recomendó él, me di cuenta de lo valiosa que es la vida y como todo lo que nos inculcan tanto en la escuela, el colegio y todos aquellos que te enseñan y aconsejan, influyen en el trascurso de tú vida y los valores que fortaleces en tu propia personalidad.
En la convivencia de pareja comprendí que primero es uno, segundo es uno y tercero es uno, así suene egoísta, al encontrar una persona que no te beneficia en lo absoluto, al ser tan ciega de llegar al extremo de darme cuenta con los golpes que me estaba maltratando física, psicológica y sexualmente. En la mitad de ese proceso perdí a un hijo a los tres meses de gestación, según me comentó el doctor para darme ánimos, fue un aborto natural, porque mi cuerpo lo reabsorbió o venía con alguna enfermedad o deformación y murió. Me dio muy duro, tanto así como si hubiera perdido una parte de mi alma ya que fue planeado, pero con el trascurrir de las horas, los días y los años fue sanando esa herida. Ahora miro al cielo y pienso en él junto a mis dos hijitos que tengo vivos, agarro fuerzas y sigo adelante….
En mi existencia tengo dos lemas que llevo día tras día: “el que no sirve para servir, no sirve para vivir” y “podemos perder la batalla mas no la guerra, esa hay que lucharla día tras día hasta triunfar”.
Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com / Fotografía por Maíz Ríos