Siempre fui una niña estudiosa, nunca fui la mejor. También hice copia en mis tareas, vendí trabajos y me di cuenta de que me encantaba investigar. Desde muy chica me fascinaba ir a la biblioteca de mi localidad; recuerdo que caminaba cerca de una hora desde mi casa hasta la Biblioteca de La Marichuela, recuerdo las filas para ingresar y recuerdo que no me importaba hacerlas. Igualmente frecuentaba mucho la Biblioteca de Colsubsidio, esto porque la distancia entre la una y la otra era de dos cuadras apenas, y recuerdo que una era más oscura y pequeña que la anterior.
Recuerdo ir exclusivamente a realizar tareas y trabajos. En casa no había libros, nunca los hubo, mamá no tenía interés por ellos. Sin embargo, recuerdo un regalo muy especial que no fue de mamá, pero si llegó a través de ella. Para una de mis navidades mamá llegó con una sorpresa, se trataba de un regalo de forma rectangular envuelto en papel con figuras de mapas en tono ocre, enviado por Ana Luz, su empleadora, una docente universitaria. El paquete contenía dos libros, dos cuentos, uno del cual hoy sólo recuerdo el nombre de su autor y que en ese momento sus relatos me parecieron raros: Antón Chejov. El otro, en cambio, me encantó, se trataba del cajón de cuentos de Oscar Wilde, mi cuento favorito El Ruiseñor y la rosa (lo sé, desde siempre he sido fan del drama).
Nunca fui lectora regular, siempre iba y venía entre libros. Cuando terminaba mis tareas en la biblioteca encontraba algo más que llamaba mi atención, eran los libros sobre OVNIS, desapariciones y toda clase de misterios paranormales que encontrará por ahí, y me gustaba tanto leer estos libros que incluso llegué a imaginar que cuando fuera mayor me dedicaría a investigar sobre esos temas.
Nunca conocí las bibliotecas de mis colegios y hasta hoy me pregunto si existieron, sólo en grado 8°, en mi último cambio de institución, conocí una: era pequeña comparada con las otras que he conocido y lo que más llamó mi atención no fueron los libros, que estaban tras un mostrador inaccesible, sino unas mesas inclinadas que no había visto nunca antes.
Me alejé de la lectura cuando crecí. No compartía mi tiempo con personas que les gustará leer. Después de varios años, por una casualidad que no logro recordar, me vi envuelta en la lectura de un libro que tenía guardado en formato de PDF. Era una historia de amor y de repente me vi desvelada leyéndolo; recuerdo que a veces me era difícil seguir la lectura, no porque fuera difícil o aburrido, sino porque cada tanto mis lágrimas me impedían continuar leyendo. A pesar de esto, leí todo el libro en una sola noche y, como resultado, obtuve mi primera tusa literaria, que por cierto duró un mes. Como lo mencioné antes: soy fan del drama…
Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com/ Fotografía por Maíz Rios