Llegan en buses. Llegan solos. Vomitan en los pasillos. Tienen el caminar pausado. Los más activos usan sombreritos y sonríen esperanzados después de cada cita. Saben de turnos, de autorizaciones, de pagos y copagos. Se inquietan, están irritables. Los confunden entre trámites y convenios no firmados. Está dañada la máquina. Hay que esperar.
Ser pacientes no basta, hay que tener fe y estar activos y positivos, pero… ¿siempre?
¿Dónde está el espacio para el quebranto legítimo y digno?, ¿entre el ir y venir en buses intermunicipales?, ¿en la ducha?, ¿en el baño?, ¿o mientras te acomodas la ropa más ligera que, aún ligera, pesa! ¿Qué hacer?, ¿cómo entender el movimiento del carcinoma y, al tiempo, al verdadero monstruo: el sistema! ¿Cómo ser empáticos a contra reloj, con humanos pluri, multiculturales, pobres, cansados e histéricos? o privilegiados, exigentes, marcadamente ansiosos; otros, sumisos, muy a lo que Dios quiera.
Y estoy yo saltando de rabia, tramitando mentalmente múltiples denuncias que, por el tiempo, no escribo. El cáncer toca de nuevo a mi familia. Tócate para que no te toque, anuncian las publicidades preventivas del CA de mama.
Así es su abreviatura: CA; o quizá la forma para que sea menos alarmante que C á n c e r, con todas sus letras y su fonética. No sé.
También es carcinoma; estas definiciones no bastan cuando hay que saber, además, qué es una biopsia y qué lee o examina un patólogo; qué valoraciones hay antes de proceder a quimio y qué tipo de quimio será, porque hay muchos tipos. Es un ruple de papeles, de fechas muchas y muchos de pagos.
Tócate para que no te toque. Me he tocado y aunque no es a mí, nos tocó. Llegó de nuevo a la familia y pese a que ya han sido varios los casos de personas y tipos de cáncer, siempre estamos nuevos ante el CA.
Nuevos porque uno piensa que la página del libro cerró. Y ahora ¿qué vendrá? Y ahora ¿cómo será esta vez?, ¿cómo? Entre más preguntas, menos respuestas.
Elijo el silencio incómodo porque no me hace bien el para qué,… aunque el coaching diga que es un trampolín de oportunidad y aprendizaje. Mi cabeza suele ser taladrada por pensamientos repetitivos que me agotan hasta anularme. Me quedo dispersa en el resto de oficios. Ya boté el celular y varias reuniones se cancelaron.
No me culpo ni me responsabilizo. No por ahora.
Ser cuidador es celebrar un parto cada mañana, y un parto, ya saben, desgasta. Los asesores no te explican. No siempre son empáticos. Deben estar cansados. Son muchos. Somos muchos. La clínica no para. No hay espacio entre turno y turno. Ni en el almuerzo, ni en las mañanas. En ningún momento está desalojada la sala de espera. Los especialistas gritan nombres, repiten nombres, atienden. Van a la par de la máquina que cambia el número de los turnos.
Están cansados.
Estamos cansados.
Pero ya la gammagrafía ósea fue aprobada y me pregunto si lo rápido de mi trámite obedece a la categoría de contributivo por pensión, ¿por qué no así con el que espera desde agosto, a quien le pidieron formol para la patología y ya es febrero?
No hay respuestas.
¿Quién le dejó de explicar al campesino que vino de lejos, con su hijo enfermo, que las llamadas al fijo llevan el 605 de indicativo de ciudad? Me pregunta: «¿allá en el pueblo cómo hago para llamar?» Extiende los papeles y me pide que le diga qué dice ahí, que si en ese lugar están haciendo lo que dice el papel (urotac). Me quedo fría. Incómoda. Su hijo me mira indefenso, se acomoda la sonda, da la espalda, agacha la cabeza.
¿Quién le explica? ¿Quién me explica? ¿Quién explica? ¿Quién?
Según la Organización Panamericana de la Salud, el cáncer es una de las principales causas de mortalidad en las Américas. En el 2020, causó 1,4 millones de muertes, un 47% de ellas en personas de 69 años de edad o más jóvenes.
Los tipos de cáncer diagnosticados con mayor frecuencia en los hombres son: de próstata (8,6%), pulmón (11,7%), colorrectal (10,2%) y vejiga (5,9%); en las mujeres: de mama (30,7%), pulmón (10,3%), colorrectal (9,6%) y cuerpo uterino (6,4 %). Tomado de: https://www.paho.org/es/temas/cáncer
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