Una vez leí: ‘Dios le dio al hombre en un gato, la posibilidad de acariciar a un tigre’. Una gran verdad, pensé.
Tener una mascota o varias, debiera ser imperativo para la salud emocional. En mi caso, me han conectado con la ternura. También, con el aprendizaje de comprendernos los unos a los otros desde nuestras individualidades y el ser distintos. El gato, por ejemplo, dice varios miau al llegar de la calle. La gata, por su parte, sólo al pedir la comida. El gato entra por la ventana, la gata explora el tejado. Cada uno desde su forma de habitar el mundo y relacionarse pero igual de apreciables, ambos.
Con ellos he aprendido lo curativo de una caricia, ¡el valor de la presencia!
En los días en que es difícil asumir la rutina, tener animales significa un brillo en lo cotidiano. No siempre estamos al cien, no siempre son días de motivación, no siempre está el ímpetu o la alegría. Ellos colaboran en nuestros procesos, ayudándonos a transitar los momentos chéveres y no tan chéveres. Los animales son luz y resguardo… contención.
Tenerlos no solo es atenderlos, es abrirse a la contemplación de sus dinámicas de juego, de sus formas de supervivencia. Se trata de aceptarlos, tolerarlos en sus formas propias de contacto e interacción: el pájaro desde su forma, la gata a su modo.
El gato Teodoro W. Adorno de Cortázar y el perro Camoens de Saramago, me hacen pensar en la necesaria y obligada compañía animal, ¡por el bien nuestro! Para escribir, para sopesar las tristezas o simplemente para estar. Sin preguntas ni respuestas. Solo siendo, estando.
Ya, a manera de eternidad, se refirió Baudelaire sobre los gatos en Las flores del mal (1857):
Mágicas chispas yerguen sus espaldas tranquilas,
y partículas de oro, como arena agradable,
estrellan vagamente sus místicas pupilas.
Kani, Nieves y Gandhi son el trio que me saca del letargo día a día. El maullido o ladrido que conecta con la vida, que anuncia el peligro, el hambre o alguna necesidad no resuelta.
Quienes los desprecian o maltratan, no han conocido el amor. A mí me basta con los ojos de mi perra para saber que de un ser vivo -no humano- recibo correspondencia. Es parte de mi terapia, ¡es mi momento feliz!
Daniel Flórez, médico de la Universidad El Bosque, explica que las mascotas producen en las personas sentimientos de responsabilidad, compasión y empatía. También, la ‘Fundación Affinity’, afirma que según evidencias científicas, la influencia positiva de los vínculos que se generan con los animales mejoran la calidad de vida, el bienestar social y el bienestar mental.
1 Tomado de: https://porquequieroestarbien.com/
Bajo Licencia Creative Commons / Publicado originalmente en EspacioPotenta.com / Fotografías: Carol Stephania /Ilustración: Carolina Gámez