Desde tiempos inmemoriales nuestros ancestros y nuestros padres nos han enseñado el respeto por nuestro cuerpo, que a la vez es el mismo territorio sagrado. El cual está habitado por muchos seres que no logramos mirar a simple vista, pero que son importantes para equilibrar la vida en nuestra casa grande (territorio/madre tierra).
Esta relación armoniosa y de equilibrio conlleva a la existencia de la vida misma, como el nacimiento de un hijo, que para uno como mujer es un acontecimiento muy importante en esa relación con el territorio porqué ocurre el ALUMBRAMIENTO de dos seres, tanto de la madre como del hijo. Ahí la importancia de la siembra de la placenta en el territorio, en la tulpa al calor del fogón.
Es por eso que narraré un acontecimiento muy hermoso en mi vida, como es el nacimiento de mi hija. Todo se llevó bajo los procedimientos normales, asistí al centro de salud, a los controles médicos y también tenía el acompañamiento de la partera, que de cariño en la comunidad le decimos Mama Juana, quien siempre estuvo conmigo y muy pendiente de mi salud.
Mi sueño era tener a mi hija en casa, pero no se pudo porque las parteras de nuestro pueblo indígena Pastos no están facultadas para atender un parto en casa. No están facultadas por el Ministerio de salud para entregar certificado de nacido vivo, que sirve para registrar a los hijos de nuestro territorio. Un hecho muy grave, siendo así mi hija nació en una clínica en la ciudad de Pasto.
Nació mi hija y solicitamos a la clínica que nos devolviera la placenta, a lo que el médico y enfermera accedieron. Me recomendaron guardarla en una caja de icopor para transportarla. A los tres días me dieron de alta. Luego regresamos al territorio y la trajimos. Con la ayuda del médico ancestral Elohien de los Pastos, mediante un ritual la ofrendamos y se retornó la placenta a la madre tierra.
Con este ritual se quiere reconocer y revalorar a nuestra madre tierra que nos ha permitido habitar en este planeta, en este espacio y tiempo. Con este acto retribuimos en parte lo que nos ha brindado como alimentos y vestidos. Esto ha permitido que nuestra hija crezca sana tanto física como espiritualmente, además de que le guste y ame la naturaleza.
Es así que el calor del fogón permite el regreso de nuestros hijos cuando grandes a su territorio y los mantiene más fuertes y aguerridos para conservar su cultura, tradición y su propia identidad. Allí radica la importancia de tener la placenta de nuestros hijos en nuestro territorio. Es un derecho fundamental que como pueblo indígena nos está negando el sistema impuesto a nuestros pueblos.
Queremos invitar a nuestros queridos lectores que desde donde nos encontremos emprendamos acciones y hechos que nos lleven a hacer este planeta una casa para todos.
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